El món com a voluntat i representació, obra cimera del filòsof Arthur Schopenhauer, defineix en el primer paràgraf el que entén per representació (Vorstellung).
§ 1
«El mundo es mi representación»: esta es la verdad que vale para todo ser viviente y cognoscente, aunque solo el hombre puede llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y cuando lo hace realmente, surge en él la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino solamente un ojo que ve el sol, una mano que siente la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, solo en relación con otro ser, el representante, que es él mismo. -Si alguna verdad a priori puede enunciarse, es esta: pues ella constituye la expresión de aquella forma de toda experiencia posible e imaginable, forma que es más general que cualquier otra, más que el tiempo, el espacio y la causalidad: porque todas estas suponen ya aquella; y si cada una de estas formas que nosotros hemos conocido como otras tantas configuraciones especiales del principio de razón vale solo para una clase especial de representaciones, la división en sujeto y objeto es, por el contrario, la forma común de todas aquellas clases; es aquella forma solo bajo la cual es en general posible y pensable alguna representación de cualquier clase, abstracta o intuitiva, pura o empírica. Ninguna verdad es, pues, más cierta, más independiente de todas las demás y menos necesitada de demostración que esta: que todo lo que existe para el conocimiento, o sea, todo este mundo, es solamente objeto en referencia a un sujeto, intuición de alguien que intuye; en una palabra, representación. Naturalmente, esto vale, igual que del presente, también de todo pasado y futuro, de lo más lejano como de lo próximo: pues vale del tiempo y el espacio mismos, únicamente en los cuales todo aquello se distingue. Todo lo que pertenece y puede pertenecer al mundo adolece inevitablemente de ese estar condicionado por el sujeto y existe sólo para el sujeto. El mundo es representación.
Esta verdad no es en modo alguno nueva. Se hallaba ya en las consideraciones escépticas de las que partió Descartes. Pero fue Berkeley el primero que la formuló claramente: con ello ha contraído un mérito inmortal en la filosofía, si bien el resto de sus doctrinas no se puede mantener. La primera falta de Kant fue el descuido de ese principio, tal y como se ha explicado en el apéndice. En el último de sus tratados: On the philosophy of the Asiatics; Asiatic researches, vol. IV, p. 164, W. Jones atestigua lo tempranamente que la sabiduría hindú conoció esa verdad fundamental, ya que aparece como el principio fundamental de la filosofía vedanta atribuida al Vyasa: the fundamental tenet of the Vedanta school consisted not in denying the existence of matter, that is of solidity, impenetrability, and extended figure (to deny which would be lunacy), but in correcting the popular notion of it, and in contending that it has no essence independent of mental perception; that existence and perceptibility are convertible terms1. Estas palabras expresan suficientemente la coexistencia de la realidad empírica y la idealidad transcendental.
Así pues, en este primer libro consideramos el mundo desde el aspecto indicado, solamente en la medida en que es representación. Que esta consideración, sin perjuicio de su verdad, es unilateral y está provocada por una abstracción arbitraria, se lo anuncia ya a cada cual la aversión interna con la que asume que el mundo es su mera representación; si bien, por otra parte, no puede sustraerse de ese supuesto. El carácter unilateral de esa consideración se completará en el libro siguiente con una verdad que no es tan inmediatamente cierta como aquella de la que partimos aquí y a la que solo puede conducir una investigación más profunda, una abstracción más complicada, una separación de lo diferente y unión de lo idéntico; una verdad sumamente seria y que habrá de resultar para cada uno, si no terrible, sí grave, a saber: que exactamente igual podemos y tenemos que decir: “El mundo es mi voluntad”.
Pero hasta entonces, o sea, en este primer libro, es necesario que nos quedemos fijos en el examen de aquel aspecto del mundo del que partimos, el de su cognoscibilidad, y no tener reparo en considerar como mera representación y calificar de tal cualquier objeto existente, incluso el propio cuerpo (como pronto explicaremos más detenidamente). Aquello de lo que se hace abstracción aquí es, tal y como espero que después resulte cierto a todos, únicamente la voluntad, lo único que constituye el otro aspecto del mundo: pues, así como por un lado este es en todo representación, por el otro es de parte a parte voluntad. Mas una realidad que no fuera ninguna de las dos cosas sino un objeto en sí (en el que también, por desgracia, degeneró en Kant la cosa en sí), es un absurdo soñado, y su suposición un fuego fatuo de la filosofía.
1El dogma fundamental de la escuela vedanta no consistía en negar la existencia de la materia, es decir, de la solidez, la impenetrabilidad y la extensión (negación que sería una demencia), sino en corregir la noción usual de la misma y afirmar que no tiene una esencia independiente de la percepción mental; que la existencia y la perceptibilidad son conceptos intercambiables.
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación I, par. 1, op. cit., p. 51-53.