Introducció de la tesi doctoral de Schopenhauer en la que explicita la versió del principi de raó suficient que ell seguirà i que es convertirà en el nucli de tota la seva obra. Traducció de Leopoldo-Eulogio Palacios. Madrid: Gredos, 1981.
Capítulo primero. Introducción
§ 1. El método
Platón el divino y el asombroso Kant unen sus vigorosas voces en la recomendación de una regla para el método de toda filosofía, y aun de todo saber en general1. Han de satisfacerse por igual, dicen, dos leyes: la de la homogeneidad y la de la especificación, sin abusar de la una con perjuicio de la otra. La ley de la homogeneidad nos enseña, mediante la observación de la semejanza y concordancia de las cosas, a aprehender las variedades para reunirías en especies y éstas en géneros hasta que llegamos finalmente a un concepto supremo que lo abarque todo. Comoquiera que ésta es una ley transcendental, esencial a nuestra razón, presupone que la naturaleza le sea conforme, suposición que se expresa en la antigua regla: entia praeter necessitatem non sunt multiplicanda. Al contrario, la ley de especificación es expresada por Kant así: entium varietates non temeré sunt minuendae. Ésta requiere que distingamos bien las especies unidas en el concepto del género que las abarca, y a su vez las variedades superiores e inferiores comprendidas en tales especies, guardándonos de dar ningún salto, y, sobre todo, de no subsumir las variedades inferiores, y, menos aún, los individuos, inmediatamente bajo el concepto de género, siendo cada concepto capaz de una nueva división en conceptos inferiores, pero sin llegar ninguno de éstos a la mera intuición. Kant enseña que estas dos leyes son principios transcendentales de la razón, que postulan a priori el acuerdo de las cosas con ellos, y Platón parece expresar a su manera lo mismo al decir que estas reglas, a las que toda ciencia debe su origen, nos fueron arrojadas de la mansión de los dioses con el fuego de Prometeo.
§ 2. Su aplicación en el presente caso
Yo encuentro que, a pesar de tan poderosa recomendación, la última de estas dos reglas es poco aplicada a uno de los principios capitales de todos los conocimientos, al principio de razón suficiente. Aunque se le ha propuesto de una manera general, desde hace tiempo y muchas veces, se ha descuidado la separación de sus muy diversas aplicaciones, en cada una de las cuales obtiene una significación diferente, y que delatan su procedencia de diversas facultades cognoscitivas. Pero precisamente en el estudio de nuestras facultades intelectuales el uso del principio de homogeneidad con menoscabo de su opuesto nos conduce a muchos y persistentes errores, y, por el contrario, el uso del principio de especificación ha producido los más grandes y más importantes progresos. Esto se demuestra comparando la filosofía kantiana con todas las anteriores. Séame permitido transcribir un pasaje en que Kant recomienda aplicar el principio de especificación a las fuentes de nuestros conocimientos, dando así crédito a mi actual tentativa:
Es de la más alta importancia aislar los conocimientos que por su especie y origen son distintos de los demás, y evitar cuidadosamente que se confundan en tina amalgama con otros, con los cuales suele mezclarlos el uso. Lo que el químico hace al dividir la materia, lo que hace el matemático en su teoría pura de las magnitudes, debe hacerlo con mayor razón el filósofo, con lo que obtendrá el provecho de poder determinar con seguridad la parte que cada especial modo de conocimiento tiene en el uso promiscuo del entendimiento, su valor y su influencia propias (Crítica de la razón pura, Doctrina del método, cap. 3).
§ 3 . Utilidad de esta investigación
Si lográramos demostrar que el principio que es objeto de nuestra investigación no dimana inmediatamente de uno solo, sino de varios modos cognoscitivos fundamentales de nuestra mente, se seguirá de esto que la necesidad que entraña como principio a priori no es tampoco una e idéntica en todas partes, sino tan múltiple como lo son las fuentes del principio mismo. Sucederá entonces que todo el que funda una conclusión sobre el principio, tendrá la obligación de determinar exactamente sobre cuál de las diferentes necesidades que sirven de base al principio de razón se apoya, y la calificará con un nombre propio (como los que yo propondré). Creo que de este modo se ganará algo para la precisión y claridad en el filosofar, y considero que la claridad proveniente de la exacta determinación del significado de cada expresión es una exigencia imprescindible de la filosofía, como medio para asegurarnos contra el error v los engaños intencionados, y para hacer que todo conocimiento adquirido en el campo de la filosofía sea una propiedad segura que no pueda luego sernos arrebatada por equívocos o ambigüedades descubiertos posteriormente. En general, el filósofo auténtico buscará sobre todo claridad y precisión, y se esforzará siempre en parecer, no un turbio y movedizo torrente, sino más bien un lago de Suiza, que por su sosiego tiene en la mayor profundidad gran claridad, siendo la claridad precisamente lo que hace visible la profundidad. “La clarté est la bonne foi des philosophes”, dijo Vauvenargues. Al contrario, el filósofo inauténtico no tratará, ciertamente, de ocultar sus pensamientos bajo las palabras, siguiendo la máxima de Talleyrand, sino más bien de ocultar su falta de pensamiento, atribuyendo a culpa del lector la incomprensibilidad de sus filosofemas, nacida de su propia obscuridad mental. Así se explica que en algunos escritos, los de Schelling por ejemplo, el tono didáctico se convierta con frecuencia en reprensión, e incluso muchas veces se eche en cara al lector por anticipado su incapacidad.
§ 4. Importancia del principio de razón suficiente
La importancia del principio de razón suficiente es grandísima, porque se le puede considerar como el fundamento de todas las ciencias. Ciencia no es otra cosa que un sistema de conocimientos, es decir, un todo de conocimientos enlazados, en oposición a un mero agregado de ellos. Y ¿quién sino el principio de razón suficiente vincula los miembros de un sistema? Lo que distingue precisamente a una ciencia de un mero agregado es que sus conocimientos nacen unos de otros como de su propia razón. Por eso decía ya Platón:
Etiam opiniones verae non mülti pretii sunt, doñee quis illas ratiocinatione a causis ducta liget, Meno, p. 385. Bip.).
Además, todas las ciencias contienen nociones de causa, por las cuales se pueden determinar los efectos, e igualmente otros conocimientos sobre las necesidades de las consecuencias a partir de los principios, según se verá en nuestra ulterior consideración; lo que ya Aristóteles expresa con estas palabras:
omnis intellectualis scientia, sive aliquo modo intellectu participans, circa causas et principia est) Metaph., V, 1.
Ahora bien, como la suposición hecha siempre por nosotros a priori de que todo tiene una razón es la que nos autoriza a preguntar en todas partes «por qué», el «por qué» puede ser llamado la madre de todas las ciencias.
§ 5. El principio mismo
Más adelante habrá que mostrar que el principio de razón suficiente es una expresión común a varios conocimientos dados a priori. Entretanto tiene que ser puesto provisionalmente en una fórmula. Elijo la wolfiana, por ser la más general: Nihil est sine ratione cur potius sit, quam non sit. Nada es sin una razón por la que es.
1Platón, Phileb., pp. 219-223; Politic, 62, 63; Phaedr., 361-363, ed. Bip. Kant, Crít. de la Razón Pura, Apéndice a la Dialéctica Transcendental.